30 mai 2016

PENSAMIENTO ÚNICO, CONCENTRACIÓN DE LA PRENSA, DESINFORMACIÓN, MANIPULACIÓN. Por Javier Peña Torres



PENSAMIENTO ÚNICO, CONCENTRACIÓN DE LA PRENSA, DESINFORMACIÓN,

MANIPULACIÓN.


Por Javier Peña Torres

Hans Hartung - 1951

El capitalismo victorioso ha impuesto una « Weltanschauunung » que pretende
presentarlo como un horizonte insuperable. Desde ahora, toda opinión divergente
constituiría una transgresión, sancionada por los guardianes del nuevo evangelio
neoliberal dominante de nuestra época.
Pretendiendo a una cientificidad irrefutable, el pensamiento único ejerce una suerte de dictadura intelectual que se apoya sobre un dispositivo constituido a varios niveles: el discurso oficial de los dirigentes políticos, el discurso sabio de los intelectuales más conocidos -tanto más publicitados si éstos son « buenos comunicadores » y si « pasan bien en la TV »-, y el discurso difundido en los medios de comunicación por periodistas y comentaristas. Estos últimos han adquirido desde hace cierto tiempo, una influencia tal, que hoy resulta legítimo preguntarse en algunos países, si el concepto mismo de « espacio público » propio de una democracia, no está en tela de juicio.
El pensamiento único se impuso en el momento del derrumbe de los países del este.
Elaborado en el seno de instituciones internacionales -Banco Mundial, FMI, OCDE,
Comisión Europea- expresa en términos ideológicos, los intereses del gran capital
internacional.
Difundido por centros de investigación y facultades de economía, repetido hasta la
saciedad por los dirigentes de los partidos políticos que defienden el establishment, el pensamiento único es transmitido por los grandes órganos de prensa, en manos de los mismos propietarios a quienes pertenecen los grupos industriales y financieros.
El núcleo del pensamiento único está constituido por algunas ideas-fuerzas, cuyo
martilleo ininterrumpido se presenta como prueba de irrefutable cientificidad : el
mercado, panacea a la cual se atribuye la virtud de corregir todos los males de la
sociedad ; la competencia, que serviría para promover la emulación entre los hombres y entre las sociedades , considerados únicamente en su dimensión económica y donde sólo los más « aptos » -es decir, una docena de países ricos- serían capaces de alcanzar un grado de desarrollo importante ; el libre intercambio y la mundialización,que en realidad permiten la abolición de las fronteras no en una perspectiva de fraternidad y de unión entre los hombres, sino para garantizar a las economías centrales, territorios, mercados industriales y financieros a lo largo y ancho del mundo.
Agreguemos a esto el dogma de la privatización y de la desreglamentación y tendremos la « base teórica material » del discurso dominante.
El pensamiento único tiene su expresión y prolongación en otros campos, constituyendo un « corpus » que abarca todos los sectores de la actividad humana. Es decir, todo aquello que puede proteger y reforzar esta base material en el campo político, jurídico, social, cultural. De esta manera, los difusores del pensamiento único tendrán una visión común sobre la política represiva que hay que llevar a cabo contra los países reticentes a adoptar este nuevo catecismo. La agresión actual contra Yugoslavia es una buena prueba de ello.
Por otra parte, teniendo en cuenta que desde ahora el Estado-Nación pareciera no estar ya más en medida de garantizar al capital internacional un aumento cada vez más creciente de la plusvalía, se hace imperioso proceder a su liquidación. En ese sentido, la creación de mercados comunes regionales, las uniones regionales, tienen como objetivo la constitución de grandes conjuntos supranacionales que se inscriben en esa perspectiva. En contrapartida, la soberanía de los estados registra un debilitamiento sin precedentes.

La concentración de la propiedad de la prensa
La supuesta objetividad e independencia de la prensa que difunde el pensamiento único es un mito. El énfasis puesto por algunos profesionales y periodistas en sentido contrario no resiste un análisis serio. Una prueba suplementaria la entrega en estos momentos la gigantesca campaña de intoxicación llevada a cabo por la prensa del llamado « mundo libre », con ocasión de la agresión del brazo armado de los EEUU –la OTAN- contra Yugoslavia.
Esta objetividad proclamada pretende también mantener oculto el estrecho lazo que
une a los comentaristas y periodistas de la prensa escrita, radio y TV, con los
propietarios de ésta.
El sometimiento de la prensa ha ido de parejas con un proceso de concentración de la propiedad de diarios, radios y cadenas de TV. Se trata de un hecho de amplitud mundial que engloba a todos los países y que se ha intensificado desde hace quince años, dando lugar hoy en día a la constitución de gigantescos imperios de prensa, publicidad y comunicación.
En EEUU había a comienzos de siglo, alrededor de 2023 propietarios de periódicos.
Ochenta y dos años más tarde, su número era de 760 y veinte grandes grupos de
prensa controlan hoy en día, la mitad de los cotidianos del país. En lo que a prensa
escrita concierne, en Francia las estadísticas son elocuentes. : de 400 títulos existentes a fines del siglo XIX, se ha llegado en 1988 a sólo 11 cotidianos de circulación nacional. (1)
Fue sin duda la revolución que intervino en las técnicas de la información (TV,
informática, satélites) y la posibilidad de alcanzar a un gran número de personas, sin
común medida con la capacidad que tenía antaño la prensa escrita, lo que hizo cambiar de naturaleza a la información, dando así a los grandes grupos de prensa y a los grupos industriales, la posibilidad de orientar y controlar la mayor parte de los temas desarrollados en los medios de comunicación.
Ligados al control de la información, se desarrollaron grupos que se enriquecieron
explotando actividades afines: publicidad, prensa especializada, « multimedia », y
telecomunicaciones. Jacques Decornoy señalaba en un artículo aparecido en Le
Monde Diplomatique de mayo de 1991, que, de 300 empresas de información y
comunicación, 144 eran norteamericanas, 80 europeas y 49 japonesas. En el sector de servicios, es decir, informática y telecomunicaciones, de las 88 empresas más
importantes en el mundo, 39 son estadounidenses, 19 europeas y 7 japonesas.
Por otra parte, más del 80 % de las informaciones distribuidas en el mundo, son
producidas por sólo cuatro grandes agencias de prensa mundiales (Associated Presse, United Presse International, Reuter, AFP) quienes alimentan a los órganos de prensa del mundo entero, sean grupos de prensa, radios, periódicos y/o TV.
El mercado que se reparten estas cuatro agencias mundiales, permite constatar sin
embargo una gran disparidad entre ellas. En efecto, el presupuesto de las dos agencias norteamericanas (UPI y AP) es mucho más alto que los de Reuter y AFP reunidas.
La información vendida entonces a una cadena de TV o a un diario hondureño, es la
misma que aquella que recibe una radio o un grupo de prensa filipino, polaco o chileno.
De esta manera, el filtraje de las noticias y en general de la información, dependerá de lo que se quiera o no difundir a los clientes.
En lo que respecta a Reuter, es necesario añadir que al lado de la actividad de venta de noticias, esta agencia ha experimentado desde los años setenta, un proceso de
diversificación, disponiendo hoy en día de una gama de más de cuarenta servicios
afines, lo que ha hecho posible que sus acciones sean cotizadas en la Bolsa.
Aparte del monopolio de la información por parte de las cuatro agencias mundiales de prensa, hay que señalar la influencia y el papel particularmente importante de la TV.
Medio de comunicación fuera del alcance de los que disponen de pocos recursos, la
TV, por la inversión que necesita, está prácticamente reservada para los poderosos y a escala mundial, esto se traduce por un predominio aplastante de las cadenas de TV y los grupos de prensa de los países del norte industrializado.
Contra este orden mundial de la comunicación nació en 1975 un proyecto alternativo: el NOMIC (Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación), creado gracias a los trabajos y a las investigaciones de especialistas de la UNESCO, patrocinados por el Director de entonces, Amadou Mathar M’Bow. Pero, las grandes potencias -EEUU y la Gran Bretaña- lograron que fuera enterrado rápidamente, quedando en estado de proyecto.
En ese combate comenzado hace 25 años por el señor M’Bow -combate que le costó su puesto-, el Director General de la UNESCO constataba que: « el 70 % de la
población del planeta, dispone de una porción ínfima de medios de comunicación, 22 % en las editoriales; 17 % en la distribución de periódicos; 27 % en las emisiones de radio y, 5% solamente en el área de la TV. La ambición proclamada por la UNESCO, es entonces descolonizar la información ». (2)
Una guerra ideológica y una áspera polémica se desarrolló y no cesó hasta que las
grandes potencias occidentales obtuvieron la remoción de M’Bow en 1987.
La administración Reagan en EEUU y Margaret Thatcher en Inglaterra, se opusieron
tenazmente al NOMIC -en nombre de la « libertad de la prensa » por supuesto-, yendo hasta acusar a la UNESCO de querer imponer a la « prensa de los países
democráticos, las reglas dictadas por Brejnev, Khadhafi y Khomeiny ».
Y fue en nombre de esa codiciada libertad, que en el curso de los años ochenta –gracias a la aceleración introducida por el progreso tecnológico, la liberalización de la reglamentación existente (privatizaciones, leyes sobre la prensa, audiovisual, apertura de nuevos espacios, etc)- hemos asistido a un desarrollo extraordinario de grupos de prensa que ligan desde ahora de manera de más en más creciente, la informática, las telecomunicaciones y la industria de la comunicación.
Es en el marco de este « boom », que en Francia por ejemplo, grupos industriales y
financieros invirtieron en el sector de las comunicaciones, considerado como un área
« ganadora »: Matra-Hachette, la Compagnie Générale des Eaux, la Lyonnaise des
Eaux y el cementero y constructor de obras publicas Bouygues, quien con todo
desparpajo pudo comprar TF1 (cadena de TV francesa estatal) en 1986, con el
beneplácito del gobierno « socialista » de François Mitterrand. Fue el mismo Bouygues quien durante una emisión televisiva en su flamante cadena recién comprada, elogió su propia capacidad para los negocios, afirmando rotundamente que: « el cemento, es pura materia gris! ».
La concentración acelerada de la prensa en las manos de algunos grupos en el curso de los años 80, tuvo lugar también en Alemania (grupo Berstelmann ; Axel Springes Verlag) ; en Italia (Fininvest) ; EEUU (Time-Warner y News Corporation del australianonorteamericano Rupert Murdoch). (3).
Por otro lado, los lazos estrechos entre la prensa, el mundo de la industria y de la
finanza, alcanzó en EEUU proporciones tales que por ejemplo, la empresa General
Electric (GE), gran proveedor de armas del ejército norteamericano, es a su vez
propietaria de la cadena de TV NBC. Del mismo modo, Matra, fabricante de armas
francés que tiene lazos con el grupo editorial Hachette, controla en parte también la
primera cadena gala (TF1) y hace algunos años, la cadena de TV, La Cinq.
General Electric produce como hemos dicho, una gran cantidad de armas utilizadas por las FFAA de EEUU. Durante la Guerra del Golfo y en la actualidad, en la agresión en curso contra Yugoslavia, el ejército norteamericano emplea mísiles Patriot, Tomahawk, aviones furtivos, AWACS, satélites, etc. GE no se priva por su parte -al mismo tiempo que realiza este pingüe negocio- de elogiar en su cadena de TV (NBC) la calidad de las armas que produce.
Lo mismo ocurre con la CNN, CBS y ABC, quienes promocionan en algunos programas -particularmente con ocasión de conflictos internacionalesla eficiencia y capacidad de las armas empleadas, producidas por empresas de armamento que en muchos casos tienen los mismos propietarios que las cadenas de TV. Se trata en realidad de un complejo militar-industrial-comunicacional, que no se limita sólo a producir armas y a publicitarlas en sus estaciones de TV, sino que también
entrega la posibilidad de participar « en los consejos de administración de casi todos
los grupos de prensa a los representantes de la industria de la defensa...La dirección
del New York Times se honra contando entre sus miembros al ex secretario de estado Cyrus Vance, quien es miembro también del consejo de General Dynamics...En el consejo de administración de la CBS, encontramos a Harold Brown, antiguo ministro de defensa...Robert Mac Namara, ejerce por su parte su influencia en la dirección del Washington Post ». (4)
La Guerra del Golfo marcó el comienzo de una nueva fase en la historia de la
información. Desde entonces la televisión ha impuesto a los otros medios de
comunicación sus propias perversiones, poniéndose a la cabeza en la jerarquía de
éstos : «En primer lugar, la fascinación por la imagen...las imágenes fuertes (violencia, catástrofes, sufrimientos) se imponen en la actualidad...Esta ley de la información moderna la conoce muy bien el poder político...así, a propósito de asuntos delicados y comprometedores, las autoridades vigilan celosamente su contenido con el fin de que ninguna imagen circule sin su visto bueno, por eso ciertas imágenes están bajo alta vigilancia ». (5)
La cruzada del « mundo libre » contra Irak en 1991 -guerra que los EEUU continúan
haciendo con inaudita ferocidad- constituyó la consagración de la desde entonces
famosa CNN (Cable News Network), fundada por el millonario norteamericano Ted
Turner. Este imperio de la información que ha sido evaluado en varios miles de millones de dólares, dispone de estaciones de TV en EEUU y agencias en decenas de países, cubre los cinco continentes y difunde por cable y satélite informaciones « en vivo y en directo » las 24 horas del día.
La cadena de Turner fue capaz de emitir desde Bagdad durante la guerra del Golfo,
cortocircuitando a las cadenas de TV tradicionales -de EEUU y de Europa- entregando lo esencial de las informaciones acerca del diluvio de fuego que se abatía sobre Irak. Pocas veces en la historia de la prensa una sola fuente de información ha cubierto tantos países llegando a tantos hogares diseminados a lo largo y ancho del planeta. La concentración del poder de la información, parece haber alcanzado su punto más alto con el imperio edificado desde hace algunos años por el millonario australianonorteamericano  Rupert Murdoch.
Su grupo está constituido por cerca de 800 sociedades que en conjunto llegan a una
cifra de negocios del orden de 13 mil millones de dólares. Murdoch está a la cabeza de un grupo de prensa propietario de diarios, cadenas de TV, productoras de cine, clubes deportivos. En el mes de febrero de este año (1999), Murdoch trató infructuosamente de implantarse en Europa.
Simpatizante del partido Republicano, amigo del extinto presidente Nixon y del primer ministro israelí Netanyahu, Murdoch obtuvo en 1998 sus beneficios más importante en los EEUU (9,5 mil millones de dólares). Pero su imperio, la News Corporation, ganó en Inglaterra la no despreciable suma de 2,1 mil millones de dólares, así como 1,2 mil millones de dólares en Asia y su país de origen, Australia.
Murdoch heredó en 1952 un periódico australiano y su ascensión en el mundo de la
información fue fulgurante en los años ochenta, en los mismos momentos en que los
apologistas del neoliberalismo comenzaban a imponer la idea que éste era un horizonte insuperable para la humanidad y cuando los países del Este daban señales inequívocas de agotamiento, señales que precedieron su estrepitoso derrumbe.
Presente en EEUU -en la industria del cine (20 th Century Fox) ; la prensa escrita (New York Post ; la TV (Fox Brodcasting Company) ; las multimedias (News America Digital, Publishing, etc) ; los clubes de béisbol (Los Angeles Dodgers)- el imperio de Murdoch dispone por otro lado en Gran Bretaña de una buena cantidad de títulos en la prensa escrita : The Sun, The Times, The Sunday Times, The News of the World . Además controla 40 cadenas de TV por satélite y la empresa multimedia News Datacom.
En Australia, su empresa, la News Corporation, es propietaria de varios órganos de
prensa : Herald Sun, Sunday Herald Sun, The Advertiser, The Sunday Mail, The Daily Telegraph. Posee además 34 cadenas de TV por satélite (Foxtel), la empresa de cine Fox Studios y la compañia de aviación Ansett .
Experto en negocios, Murdoch se instaló desde hace algunos años en Hongkong con Star TV, mirando con codicia el inmenso mercado chino.
Hace algunas semanas, el ministro francés de la cultura, Catherine Trautmann, debió responder al Parlamento cuando fue interpelada acerca de la voluntad manifestada públicamente por Murdoch de implantarse en Europa continental, estableciendo una cabeza de playa en Italia por vía del control de Stream, perteneciente a Telecom Italia y en Francia mediante su proyectada fusión con Canal Plus.
En EEUU los « majors » de la TV, es decir, las grandes y antiguas cadenas privadas
tales como NBC, ABC y CBS, han sido absorbidos por grandes grupos industriales.
NBC pertenece a General Electric y ABC a Capital Cities y CBS por su parte, debió
ceder una parte de su activo al grupo nipón Sony.
Este pujante grupo industrial japonés hizo noticia estos últimos meses, cuando su
ejecutivo máximo Nobuyuki Idei, anunció que un plan de reducción de personal del
orden de 10 % (17 000 personas) se hacía necesario para detener la caída de sus
acciones en la Bolsa. Los accionistas habían apostado en favor de resultados a corto plazo y en efecto, la cotización de las acciones de la empresa subió rápidamente en un 8 % después de este anuncio.
La concentración de la propiedad de la prensa, los estrechos lazos establecidos con el mundo de la finanza y de la industria, constituyen una garantía para los amos del
mundo, los mismos que cantan loas al ídolo de este fin de siglo, el mercado,
imponiendo a todo el planeta una verdadera dictadura del pensamiento.


El discurso dominante.
« En toda época, las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes », escribió Carlos Marx hace poco más de un siglo y medio. Es esa la situación que existe en el mundo de manera indiscutida, sobre todo luego del derrumbe del bloque del Este. El discurso dominante que se ha impuesto difunde la idea que desde ahora el capitalismo sería un sistema instaurado ad aeternum.
Este discurso es repetido hasta la saciedad por medio de un dispositivo al cual
contribuyen los políticos más conocidos -sobre todos si son carismáticos y « buenos
comunicadores », amplificado por la prensa, que dispone de periodistas dispuestos a
hablar de todo diciendo cualquier cosa en función de defender el evangelio dominante, el cual, aureolado de una supuesta e irrefutable cientificidad, impone el nuevo credo del FMI, de la OCDE, de la Banca Europea y de los grupos financieros e industriales. El nuevo credo es en realidad la uniformización del pensamiento a nivel planetario, el llamado pensamiento único. ? Qué es el pensamiento único ? « La traducción en términos ideológicos, con pretensión de carácter universal, de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en particular, aquellas del capital internacional ». (6)
Reagrupando investigadores, profesores de economía, institutos, grandes instituciones monetarias, políticos, dirigentes de empresas públicas y/o privadas, la nueva Vulgata, vehiculada y repetida por la prensa domesticada y por un gran número de políticos de derecha y de otros supuestamente de « izquierda », « le confieren tal fuerza de intimidación que ahoga todo intento de reflexión libre, haciendo muy difícil la resistencia contra este nuevo oscurantismo ». (7)
Uno de los aspectos más sorprendentes de esta dictadura del pensamiento lo
constituye su capacidad para reclutar a mujeres y hombres de « izquierda », quienes
hablan a su vez de « imperativos económicos », de la « realidad de los hechos »
interiorizando y adoptando el discurso neoliberal dominante. Esta vuelta de carnero se expresa en la conversión al neoliberalismo del PC en Italia y la actual « mutación» en curso llevada a cabo por la dirección del PC en Francia.
Nuestro país conoce este fenómeno con los famosos renovados, tránsfugas de
partidos y movimientos de izquierda, que pasaron a engrosar las filas del
neoliberalismo, o que frente a éste adoptan una actitud « pragmática » y
« comprensiva ».
Con el pensamiento dominante apareció simultáneamente una especie de obsesión por la búsqueda del consenso a toda costa. Los intelectuales, políticos y periodistas que osan expresar puntos de vista divergentes refutando el discurso dominante -si toda vez tienen la suerte de expresarse en un espacio no contaminado por el
« consensualismo »- son catalogados de retrógrados y condenados a la marginalidad.
En el medio de la prensa, muchos periodistas tratan de demostrar que son « gente
bien », es decir, obsecuentes con las normas impuestas por el pensamiento único.
Incluso algunos diarios de larga e historiada tradición, como el matutino comunista
francés « L’Humanité », hasta hace unos meses órgano de opinión, ha comenzado a
transformarse bajo el mito de la llamada « mutación », deviniendo un periódico que
busca el consenso a cualquier precio, expresando tímidas críticas a la política
gubernamental de la llamada « izquierda plural », que concienzudamente aplica una
política económica parecida a la del precedente gobierno de derecha.
Robert Hue -secretario nacional del PCF- y uno de los ministros comunistas, Jean
Claude Gayssot (Transportes), tratan de convencer a sus militantes -los cuales
combatieron durante décadas toda tentativa de privatización del sector público,
constituido principalmente en Francia por las empresas nacionalizadas por el Gobierno Provisional encabezado por el general de Gaulle al término de la Segunda Guerra  Mundial- de que por ejemplo, en lo referente a Air France, no se trata de una
privatización, sino de una « apertura del capital » de esta empresa a accionistas
independientes ; que el proyecto del ministro socialista Strauss-Kahn sobre la Caja de Ahorros no es más que « la apertura de su capital a la competencia » y no una manera solapada de privatización.
De todas maneras -a pesar de que la mitad del electorado francés (49,9 %) votó en
1992 contra la ratificación del Tratado de Maastricht- la dirección actual del PCF ha
adoptado una estrategia « euroconstructiva », que lo llevó a incluir en su lista para las elecciones legislativas de junio de 1999, a candidatos pro-Maastricht y algunos anti-Maastricht. Todo ello por supuesto, en el marco de un amplio espíritu de apertura.
No es sorprendente en este contexto, cuando la dirección actual del PCF prosigue una loca carrera tendiente a dar cada vez más pruebas de adhesión al establishment, que la prensa domesticada, ardiente partidaria del neoliberalismo (en realidad la mayoría aplastante de la prensa) haya otorgado un diploma de buena conducta a la dirección comunista. Es el caso de conocidos periodistas como Michel Field, Serge July, Christine Ockrent, Ivan Levaï ( !quien dictó cursos de periodismo a los nuevos periodistas de la nueva y renovada Humanité !) y muchos otros. Es cierto que Robert Hue había inaugurado esta vía cuando en un informe entregado al Comité Nacional del PCF, creyendo darle mayor consistencia ideológica y una base de credibilidad superior a sus palabras, citó al comentarista-periodista-presentador liberal Alain Duhamel, como testimonio.
Disponiendo de un control sin contrapartida en los medios de comunicación , los
apologistas del pensamiento único podrán decir esto y aquello, esto y su contrario, sin temor a ser desmentidos. De esta manera, muchos dirigentes del actual gobierno de la « izquierda plural » se opusieron en su momento a la repudiada ley Debré-Pasqua, apoyando el gran movimiento que se desarrolló entonces (enero-febrero de 1997) en la sociedad civil. Una vez en el gobierno y a pesar de las promesas de abrogación de dicha ley, el gobierno de la llamada « izquierda plural » renegó sus compromisos.
En realidad, lo esencial de la política adoptada por el gobierno del primer ministro
socialista Lionel Jospin, es aquella que quería aplicar el antiguo gobierno de derecha
presidido por Alain Juppé. Mañana, Juppé no aplicará otra política que aquella de
Jospin. Socialistas, liberales, derechistas, verdes, etc, votan juntos ratificando el
Tratado de Amsterdam, quisieran introducir el sistema de los fondos de pensión -
diferiendo sólo en los plazos- adhiriendo todos a la idea que desde ahora el capitalismo es un horizonte insuperable, permitiéndose eso sí, por necesidades de imagen frente a su electorado algunas críticas, desmarcándose de la derecha : « Sí a la economía de mercado. No, a la sociedad de mercado », (Lionel Jospin). También están de acuerdo en estos momentos en desencadenar -bajo la tutela de EEUU y de la OTAN, cuyo comando militar el general de Gaulle había abandonado en 1966- una agresión contra un país soberano como Yugoslavia.
Distanciarse de los centros de poder económico no es la preocupación principal del
actual ministro de economía (el socialista francés Dominique Strauss-Kahn). En 1993, en los últimos años del delicuescente gobierno de Mitterrand, « DSK », como lo llaman familiarmente los periodistas, tranquilizaba al Wall Street Journal, sobre el previsible cambio de mayoría parlamentaria : « ? Qué va a cambiar si la derecha gana ? Nada. Su política económica no será muy diferente de la nuestra ». (8)
La prudencia y servilismo ante el poder del dinero, he ahí una de las características
específicas de los difusores del pensamiento único. Sean políticos, intelectuales
orgánicos de la clase dominante o periodistas, todos se inclinan haciendo respetuosas reverencias ante los detentores del dinero y la riqueza : « Poco importa después de todo que los señores Silvestre, Sassier, Garibal, Gaillard, Manière, Beytout, Briançon o Izraelewicz (connotados periodistas-comentadores franceses neoliberales de radio, prensa escrita y TV) se digan de izquierda o de derecha, se declaren partidarios de Chirac, Jospin, Cohn-Bendit, Balladur o Madelin...poco importa que se expresen a través de TF1, TV France 2, Radio France Inter, Radio France Info, Radio Europe 1, RTL, el diario Liberation o Le Monde » (8a), el común denominador de los « periodistas de mercado » es que defienden la misma « Weltanschauunung », la misma visión del mundo dominante. Para imponer esa visión, no trepidan en utilizar la desinformación, la mentira y la mistificación.

Las grandes mistificaciones
Timisoara
El 17 de diciembre de 1989 las cadenas de TV y las radios del mundo entero
transmitían por primera vez en directo - urbi et orbi- y minuto a minuto, las peripecias
de un golpe de estado con tableteo de ametralladoras, ataques a edificios públicos y
tiroteos en las calles. Se trataba de la « revolución rumana ».
Algunos días más tarde, en la isla de Malta, George Bush y Michaël Gorbachov
brindaban, festejando el fin de la guerra fría. En el mismo momento, más de 24 000
soldados norteamericanos invadían Panamá en el marco de la operación llamada
« Causa Justa ». Pero los medios de comunicación informaron con deleite acerca de
los acontecimientos que tenían lugar en Rumania. Y el mundo entero pudo ver
entonces algunas decenas de cuerpos -entre ellos, uno de un niño de pocos añosensangrentados en el cementerio de la ciudad rumana de Timisoara.
Los comentarios de la TV en manos de los golpistas, retomados y difundidos por los
medios de comunicación occidentales, acusaron de la matanza a los hombres de la
temible Securitate de Ceaucescu. Aún cuando los policías rumanos -como todos los
policías del mundo- nunca fueron niños de pecho, esta vez se trataba de una grosera puesta en escena. Así comenzaba a difundirse una de los más grandes embustes y mistificaciones de la historia de la televisión.
La historia de este montaje mentiroso - en el cual hoy se sabe, participaron los servicios secretos de varios países occidentales- comenzó con una noticia propalada por la agencia ADN de la RDA. Difundidas en Francia por el periódico Libération, las primeras cifras que daban las diversas agencias de prensa -citando fuentes rumanasmencionaban 4630 muertos solamente en Timisoara. En medio de un diluvio de mentiras se llegó a afirmar que la homérica « revolución rumana » había causado más de 60 000 muertos.
El mundo asistió atónito entonces a la competencia entre los órganos de prensa
occidentales, que rivalizaban, desinformando y mintiendo. La AFP, tradicionalmente
seria, hablaba de : «camiones transportando metros cúbicos de cuerpos de personas asesinadas de un balazo en la nuca » ; el diario español El País, señalaba por su parte haber visto « cámaras de tortura donde sistemáticamente se desfiguraba con ácido el rostro de los disidentes ». Jean Daniel director del semanario francés Le Nouvel Observateur, llamaba al gobierno de François Mitterrand a intervenir en defensa del pueblo rumano supliciado. El periodista Gerard Carreyrou de la cadena gala TF1, profería un vibrante y lírico llamado para que se formaran Brigadas Internacionales para « morir en Bucarest », mientras miraba los acontecimientos cómodamente instalado en su casa de la « rive gauche » de París. Hasta el hoy dimisionario presidente del Consejo Constitucional francés, el socialista Roland Dumas -ex ministro de RREE de Mitterrand, acusado y depuesto de su alta función por haber recibido una comisión de cerca de 40 millones de francos, por venta de fragatas a la marina taiwanesadeclaraba desde su coqueto apartamento parisino : « No se puede asistir como simple espectador a tales matanzas ». (9)
Sólo algunas semanas después de la « revolución rumana »,el diario parisino Le Monde reconocía que el número de muertos -incluidos los partidarios de Ceausescu- era de 700 (10). Pero la prensa occidental unánime hablaba y continuó a hablar durante largo tiempo de 60 000 muertos. Recordemos que una de las acusaciones lanzadas contra Nicolau y Elena Ceausescu fue la de « genocidio ». Y fue en virtud de un proceso expeditivo que aquél a quien Inglaterra había recibido con todos los honores desplegando una alfombra púrpura, aquél a quien los EEUU habían acordado el tratamiento de « jefe de una nación favorecida », por su relativa independencia frente a la URSS y al Pacto de Varsovia, fue ejecutado en una parodia de proceso mientras sus acusadores no tuvieron ni siquiera la valentía de mostrar sus rostros.
Los edificios oficiales de la Securitate en Bucarest fueron acribillados a bala, a
diferencia de aquellos que ocuparon los golpistas que no presentaban marcas de
proyectiles. Ello da cuenta de algo evidente : la invulnerable y todopoderosa policía
política rumana, no pudo desde el inicio del golpe ofrecer una resistencia seria a los
insurrectos, quienes, contando con una correlación de fuerzas aplastante al interior del ejército, impidieron todo intento significativo en defensa del régimen.
Pero por razones de propaganda y en función de la desinformación que estaba
programada por los servicios occidentales, se comenzó a difundir la idea de un pueblo martirizado por una « dictadura comunista » -dictadura con la cual los países
occidentales se habían entendido tan bien- para justificar el llamado « deber de
injerencia », desarrollando paralelamente una gigantesca campaña de intoxicación.
En esta tarea, el umbral donde empieza la estupidez humana fue rápidamente
franqueado. Se pudo ver y escuchar entonces en la TV lo que fue presentado como
 « una red de túneles y galerías subterráneas de 1000 km bajo Bucarest », en las cuales los agentes de la Securitate, de improvisto dotados de un pasmoso don de ubicuidad, aparecían en los puntos más inesperados de la ciudad sembrando el pánico y el terror en la población.
Otra perlas de esta naturaleza podían leerse en ese momento en la prensa del mundo libre : la Securitate había envenenado el agua ; algunos hechos macabros habían sido « constatados » en los cementerios ; el hijo de Ceausescu, Nicu, y un puñado de seguidores había arrasado a sangre y fuego la histórica ciudad de Sibiu ; la mujer de un pastor había sido obligada a avortar bajo la amenaza de la policía rumana ; mercenarios « extranjeros » ( ! la misma historieta que la CIA contó en nuestro país !), árabes al parecer (sirios o libios, reconocibles por sus « rostros morenos ») aterrorizaban a la población ; la seria agencia gala AFP, citando una fuente militar por supuesto anónima, afirmaba que cerca de « 3 000 supuestos estudiantes extranjeros han recibido entrenamiento de comandos en campos secretos ».
La histeria alcanzó su paroxismo cuando los difusores del pensamiento único, vigilantes guardianes de la libertad en los cuatro puntos del planeta y defensores de los rumanos que deseaban « liberar » a su patria del yugo comunista -pero que después de haberla « liberado », la postraron en una situación de dependencia semicolonial, en el marco de una nueva división internacional del trabajo- dieron cifras relativas al número de los miembros de la Securitate. Para algunos había más de un millón. Stelina Tanase de la Unión de escritores rumanos, en una entrevista profusamente difundida por la prensa de Occidente, hablaba con toda desenvoltura de 2 740 000 agentes. Un dirigente del autoproclamado Frente de Liberación Nacional, afirmó por las cadenas de TV del « mundo libre » que la Securitate estaba compuesta por... ! 6 000 000 de agentes !, lo que para un país de 22 millones de habitantes era manifiestamente excesivo...
Los embustes difundidos por los medios de comunicación occidentales sobre los
acontecimientos referentes a la « revolución rumana », no eran más que una cortina de humo, una gigantesca campaña de desinformación y de intoxicación, orquestada por el « mundo libre », que en realidad se proponía la reintroducción en Rumania de la economía de mercado, es decir la introducción en Rumania de la ley de la jungla :
« Ceausescu fue derrocado por una operación convergente llevada a cabo por los
occidentales y algunos países del Este. Los conspiradores necesitaban hacer uso del asesinato y de la mentira...Iliescu y Petre Roman integrarán a Rumania en el circuito capitalista mundial. Se proponen privatizar el 70 % de la economía rumana. Rumania se encamina rápidamente hacia una situación de nueva semi colonia ». (12)
Las últimas informaciones confirman que el gobierno rumano actual -una vez aplicadas las normas dictadas por el FMI- quisiera, como Polonia, Hungría y la República Checa, ingresar en el dispositivo militar del « mundo libre » -la OTAN-, brazo armado de los EEUU. El diluvio de fuego que se abate en estos momentos sobre Yugoslavia, incita a pensar que los norteamericanos, apoyándose en gobiernos dóciles como el de la Rumania « liberada », quisieran extender en marcha forzada la mundialización hacia el Este.

Panamá : un patrón ingrato.
El 20 de diciembre de 1989, en el mismo momento en que tenía lugar la « revolución
rumana », Georges Bush desencadenaba la operación « Causa Justa ».
Sin preocuparse de justificaciones legales, una vez más los EEUU invadieron Panamá, utilizando para ello miles de soldados, la aviación y helicópteros.
La Guardia Nacional panameña resistió así como en ciertos barrios populares, donde algunas armas habían podido ser distribuidas. Estos últimos fueron bombardeados por los soldados de la « Causa Justa », ocasionando más de 2 000 muertos, diseminados entre los escombros de los barrios bombardeados.
La invasión de Panamá no despertó sin embargo, la curiosidad de los órganos de
prensa occidentales, los cuales se encontraban muy ocupados en relatar y cubrir el
singular acontecimiento que constituía la « revolución rumana », y ante la censura
impuesta por el ejército norteamericano, la prensa del « mundo libre » -vigilante
guardiana de la libertad en el mundo- calló.
« La invasión a Panamá fue escandalosa -escribió poco tiempo después Eduardo
Galeano- pero más escandalosa todavía que la invasión fue la impunidad con la que
ésta fue realizada. Impunidad que lleva a la repetición del delito y estimula al
delincuente. Ante este crimen de lesa soberanía, el presidente Mitterrand aplaudió
discretamente y el mundo entero se cruzó de brazos después de algunas declaraciones de circunstancia ». (13)
El pretexto invocado fue que el general Manuel Noriega era un traficante de drogas. De hecho, el gobierno norteamericano sabía que Noriega estaba implicado en ese tráfico desde los años 70 y la administración Nixon planeó eliminarlo. Pero Noriega recibía un jugoso estipendio de la CIA, y aún cuando en 1983 una comisión del Senado de EEUU concluyó en que Noriega, era la cabeza de una organización que se dedicaba al blanqueo de dinero sucio proveniente del tráfico de drogas, nada hicieron contra este agente y protegido. Noam Chomsky indica que en mayo de 1986, el director de la DEA (Drug Enforcement Agency) felicitó a Noriega por su « vigorosa política contra el tráfico de drogas ». Un año más tarde, el mismo director brindaba por la « estrecha colaboración » existente entre EEUU y Noriega. (14).
Noriega, amigo y colaborador de los norteamericanos en la guerra que éstos
llevaban a cabo contra Nicaragua mediante contras interpuestos, cometió un
« crimen de lesa independencia », es decir, cometió el grave error de no contentarse con robar a los pobres, sino que también comenzó a ocuparse de los asuntos de los privilegiados.
Ello siempre termina por suscitar la hostilidad de los hombres de negocios. En buenas cuentas, rehusó reconciliarse con los ricachones, quienes en gran parte habían abandonado el país después del golpe de estado del coronel Torrijos en 1968.
Noriega empezó a mostrarse cada vez más díscolo y sobre todo, no quiso involucrarse más en la guerra contra Nicaragua. A este repentino arranque de independencia hay que agregar la espinuda cuestión de la soberanía panameña reclamada sobre el Canal.
 « En vista que ya no podíamos tener más confianza en Noriega, puesto que no nos
obedecía, tuvimos que intervenir », dice Chomsky.
Entonces la prensa norteamericana « descubrió » en pocos días que Noriega era un
criminal y que había cometido un fraude electoral en las últimas elecciones,
denunciando las violaciones de las cuales no se había percatado con anterioridad,
cuando Noriega era un amigo fiel de EEUU y fue presentando entonces como un
demonio al que había que eliminar al igual que a Khadaffi y Jhomeini.
Noriega fue detenido luego que la Nunciatura en la Ciudad de Panamá, cediendo a las presiones norteamericanas, entregó a su huésped a las tropas de ocupación.
Posteriormente fue condenado por sus ex patrones a 40 años de prisión.
Los dos raseros con que mide la prensa occidental los acontecimientos que ocurren en el mundo no es ninguna novedad. Eduardo Galeano tuvo razón cuando escribió en los años 80 que « Si Lech Walesa hubiese nacido en Guatemala, lo habrían destripado en la primera huelga y su asesinato no habría sido mencionado ni en una sola línea de los grandes órganos de la prensa internacional, ni un segundo en las grandes cadenas de TV ». (15)

Un cura polaco vale 666 sacerdotes latinoamericanos.
Noam Chomsky y Edwards Herman hicieron hace poco una investigación en EEUU,
acerca del diferente tratamiento de la prensa con respecto al asesinato de religiosos.
Los investigadores buscaron establecer la importancia del espacio dedicado en los
grandes periódicos norteamericanos al asesinato del sacerdote polaco Jerzy
Popieluszko, comparándolo con el espacio que esos mismos diarios dieron a las
noticias relativas a los innumerables asesinatos de sacerdotes en América Latina. Del trabajo realizado por Chomsky y Herman se desprende que la prensa norteamericana consagró muchos más comentarios, portadas, artículos y reportajes al asesinato del sacerdote polaco.
De partida, la responsabilidad directa de la muerte del padre Popieluszko le fue
achacada a las autoridades polacas, aún si los asesinos del sacerdote fueron
rápidamente identificados y detenidos por esas mismas autoridades. Pero la campaña desencadenada en la prensa norteamericana acusaba sin ambages : « Un estado policial es particularmente responsable por los actos cometidos por su policía», sugiriendo la complicidad de la URSS.
En la misma época, los asesinatos y desapariciones de sacerdotes en América Latina eran una práctica corriente, una política aplicada por diversos estados terroristas de la región. Los gobiernos de algunos de ellos, como Guatemala y El Salvador, habían sido instalados mediante la ayuda y complicidad de los EEUU.
Entre 1980 y 1985, 72 curas fueron asesinados en nuestro continente. 23 en
Guatemala, el obispo Romero en El Salvador (1980) y a fines del mismo año, cuatro
monjas norteamericanas corrían la misma suerte.
Sin embargo, la prensa de EEUU habló -con toda razón por supuesto- del asesinato del cura polaco. Los cálculos hechos por los investigadores antes citados, relativos al espacio asignado por los diarios a estos acontecimientos, los llevaron a la conclusión que comparativamente, tomando en cuenta el espacio asignado a uno y a los otros, el religioso polaco Popieluszko valía el equivalente de... ! 666 curas latinoamericanos !
La manera de dar cuenta de los diversos asesinatos, esclarece sobre la supuesta
objetividad de la prensa de EEUU.
Mientras que el New York Times hablaba de « Polonia asesinada », el Times,
refiriéndose al espeluznante crimen de las religiosas estadounidenses en El Salvador - en el cual la culpabilidad y complicidad de la policía y del Alto Mando del ejército salvadoreño estaban claramente establecidas- describía la masacre simplemente como un episodio de « la creciente y absurda violencia ».
La diferencia entre el espacio acordado a ambos acontecimientos, muestra muy bien
cual era en esos momentos el interés que la política extranjera de EEUU asignaba tanto a uno como al otro.
Otros ejemplos citados por Thomas Custen (16), demuestran que los procedimientos
periodísticos relatados, no son casos aislados. De esta manera, si se contabiliza el
número de veces que el New York Times, mencionó en un corto lapso de tiempo a
diversas personalidades, intelectuales o políticos, se constata que en relación a la
URSS, el disidente Guinzburg fue citado en 68 ocasiones ; Orlov, 70 ; Sakharov, 223; Charantsky, 138 ; en Polonia Walesa aparecía citado en 81 ocasiones. En
contrapartida, el obispo « rojo » de Recife Helder Camara, apareció mencionado 4
veces y Lula tres...
La masacre de Río Sampul en El Salvador el 14 de mayo de 1980, tampoco concitó la curiosidad de los difusores del pensamiento único. Ese día, más de 500 pobladores fueron asesinados por las tropas del ejército salvadoreño.
La invasión de la pequeña isla de Grenada por las fuerzas armadas estadounidenses, el 23 de octubre de 1983, fue otro gran ejemplo de silenciamiento de la prensa norteamericana, que asumió un discurso justificativo impregnado con el pensamiento dominante.
La administración de Ronald Reagan, dosificó en esa ocasión cuidadosamente la
información, justificando la invasión con el prurito de defender las vidas de ciudadanos norteamericanos residentes en esa minúscula porción de tierra caribeña.
Aún cuando el gobierno cubano había condenado el asesinato del Primer Ministro
granadino Maurice Bishop, haciendo saber que los obreros cubanos presentes en la isla no tenían otra misión que aquella de construir un aeropuerto civil, la mentira propagada por EEUU y su prensa quiso imponer la idea de que Cuba estaba construyendo una base militar aérea, desde donde podrían despegar bombarderos soviéticos. Ello representaba -se afirmó- un peligro para la seguridad de EEUU. El gobierno cubano desmintió la antojadiza versión de Reagan, pero para poder informar a la opinión pública estadounidense -en su mayoría bajo el efecto del síndrome « jingoísta »- debió pagar una página al New York Times, refutando los infundios de la administración Reagan propagados por la prensa norteamericana.
La prensa « libre » tiene por otro lado una curiosa manera de entender la libertad de los periódicos que no se inclinan ante el pensamiento único. Cuando el diario de la
oposición nicaragüense « La Prensa » fue censurado y prohibido por las autoridades
sandinistas, los vigilantes guardianes de la libertad de la prensa en el mundo, se
levantaron protestando con vehemencia. La SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) - uno de cuyos dirigentes fue en una época Fernando Léniz, gerente de El Mercurio y ministro de economía de la Junta militar- se encargó de denunciar en todo el continente este nuevo atentado a la libertad cometido por los sandinistas...Pero por cierto no dijo una sola palabra sobre las radios y periódicos de la oposición salvadoreña, hondureña o guatemalteca.
En el momento en que las autoridades nivcaragüenses clausuraban temporalmente La Prensa, en Israel, -país que según el New York Times es el símbolo de la dignidad humana- se cerraban definitivamente dos periódicos. Cuando La Prensa reapareció, Tel Aviv cerró otro. ? Cual habría sido la reacción del « mundo libre » si eso hubiera ocurrido en Nicaragua o en un país del Este, o en una nación considerada como enemiga de los EEUU ?
¿Qué decir de los actos de terrorismo, los cuales tienen una importancia muy diferente para la prensa del « mundo libre » según se trate de hechos que sirvan o no a sus intereses ? ? Quién por ejemplo supo que en 1986 navíos sudafricanos habían atacado a barcos mercantes soviéticos con mísiles israelíes ? No se encuentra ninguna huella de esta información en la « prensa libre ». ? Quién recuerda que el atentado contra un avión civil cubano que causó la muerte de 70 personas en 1976, fue obra de la organización terrorista Alfa 66 del agente de la CIA Orlando Bosch ? ? ¿Quién se acuerda de los nombres de las monjas norteamericanas asesinadas y violadas por los militares salvadoreños? Nadie. En cambio del padre Popieluszko... ? ¿Quién recuerda al avión civil libio derribado por la aviación israelí en febrero de 1973? Pero del avión coreano de KAL, abatido por los cazas soviéticos en 1983...
La desinformación obedece a un principio : se pone énfasis en aquello que se considera útil y se concentra la atención contra los enemigos oficiales de EEUU : antaño la URSS y los países socialistas, hoy Libia, Iraq, Corea del Norte, Irán, Cuba, Sudán y en estos días Yugoslavia, culpable ésta última de no haberse inclinado abriendo con suficiente celeridad las fronteras de su país a la voracidad del proceso de mundialización capitalista.

La Guerra del Golfo
Desde hace algunas semanas, desde que la fuerza aérea de EEUU secundada por sus acólitos europeos atacan a Yugoslavia sin mandato expreso de la ONU, país soberano, miembro reconocido por ésta, con el fin de obligarlo mediante un diluvio de fuego a ponerse de rodillas, el mundo entero ha asistido a una repetición de la misma puesta en escena que tuvo lugar con ocasión de la Guerra del Golfo hace ocho años.
Los embustes y mistificaciones utilizados entonces, durante la llamada « Operación
Tormenta en el Desierto » fueron dirigidos hacia una opinión pública que adoptó con el correr de las semanas -gracias a una gigantesca campaña de intoxicación desplegada por el Pentágono- una disposición favorable a la intervención contra Saddam Hussein.
Para llegar a ese grado de docilidad de las conciencias, en algunos países fue
necesario recurrir al arma de la guerra psicológica. En ese contexto, los reportajes e
imágenes fabricadas, el peso de estas mismas en el cerebro del público, jugaron un
papel capital.
Pocas semanas después de la entrada de las tropas iraquíes en Kuwait, una jovencita refugiada de ese país -Nayirah- contó con la voz entrecortada por la emoción, que los soldados iraquís mataban a los recién nacidos en las maternidades de Kuwait City, desconectando las incubadoras. Era algo horrible, más de lo que la frágil conciencia del « mundo libre » podía soportar. Ese monstruoso crimen atribuido a los iraquís, fue uno de los argumentos utilizados para justificar la guerra ante la opinión pública.
Un año más tarde se descubrió que la encantadora Nayirah, era la hija del embajador de Kuwait en EEUU y que había « actuado » en un reportaje previamente preparado por los servicios norteamericanos y filmado por la productora Hill and Knowlton. Pero el « mundo libre » no se inquietó. Había ganado la guerra contra los bárbaros y si ahora habían decenas de recién nacidos que morían en las incubadoras de los hospitales de Bagdad por falta de energía eléctrica, no eran más que niños iraquís...
Para tener las manos libres y poder justificar la imponente cantidad de medios militares enviados al Oriente Medio, fue necesario demonizar al enemigo, hacerlo aparecer como un peligro para la humanidad, escondiendo de esta forma las inconfesables razones de tal intervención.
El ejército de EEUU, disponiendo de un control absoluto sobre los medios de
comunicación y contando con su dócil y complaciente cooperación, impuso una censura de prensa filtrando todas las noticias y dejando pasar sólo aquellas que tenían objetivos militares anteriormente definidos.
Los medios de comunicación del mundo entero retomaron entonces al unísono las
consignas creadas por la propaganda norteamericana : « Iraq, cuarto ejército del
mundo », para justificar el envío de la más grande expedición militar desde la Segunda Guerra Mundial ; « la guerra quirúrgica », destinada a aliviar a las culpables conciencias occidentales ante el diluvio de fuego que caía sobre la población iraquí ; « ejército aliado », término repetido y machacado tratando de establecer una paralelo entre el segundo conflicto mundial y la guerra norteamericana contra Iraq ; « Saddam, el nuevo Hitler », manida pero siempre útil comparación.
Luego se estableció una analogía entre la guerra contra Iraq y el empleo de
expresiones tales como : « Sudetes, Dantzig, München, día J, gas alemán, liberación, resistencia, etc. ». Se utilizaron expresiones empleadas durante la Segunda Guerra, ya que el « mundo libre » se encontraba una vez más ante un nuevo Hitler.
Aún cuando la censura sobre la información impuesta por el ejército estadounidense
haya sido una realidad, lo que sorprendió fue la docilidad y el servilismo de los medios de comunicación de gran parte del mundo, de los políticos e intelectuales, quienes retomaban el discurso militar, defendiendo a brazo partido la cruzada contra el Mal que encabezaban los EEUU.
El odio y la « pasión combativa » destinada a alentar a las tropas, fue para algunos en Francia, dice Serge Halimi en un ensayo que ha provocado escozor, « una buena
ocasión para que los vencidos de Argelia, tomaran su revancha -en los medios de
comunicación- sobre los árabes ». Y si bien es cierto, hubo periodistas que no se
prestaron para jugar el papel de rabiosos belicistas, la mayoría siguió con docilidad las consignas dadas por el ejército de EEUU.
Entonces se desencadenó la histeria antiárabe exaltándose una profunda fibra
patriótica...al servicio de los intereses de EEUU.
Se pudo escuchar y leer que el bombardeo que realizaban los coaligados en
Mesopotamia -una de las cunas de la humanidad- era una guerra « del mundo civilizado contra los árabes » y las vedettes de la TV, transformándose en improvisados estrategas y expertos militares, afirmaban que las grandes decisiones de esta guerra se tomaban en...París : «Una simple presión del dedo sobre el telemando hacía desvanecerse todas las gesticulaciones destinadas a hacer creer que Francia ‘mantenía su rango’,en una guerra en la cual nunca hizo otra cosa que el papel de segundona ». (18)
La guerra del Golfo le sirvió al Pentágono para verificar la eficacia del control ejercido sobre las imágenes y la información a escala planetaria. En efecto, desde la guerra de Vietnam, donde la prensa cumplió un papel positivo denunciando las tropelías cometidas por las tropas estadounidenses, los estados mayores comprendieron que no había que dejar circular información e imágenes comprometedoras susceptibles de provocar una reacción desfavorable de la opinión pública. Por eso la información fue puesta bajo vigilancia. En Iraq, el ejército creó « pools », en los cuales los periodistas se limitaban a recibir informaciones previamente filtradas que luego difundían, lo que los transformaba objetivamente en cómplices de estos embustes.
Durante esta gran manipulación mundial de las conciencias, la cadena CNN obtuvo
puntos decisivos sobre sus competidores. Fue ella quien transmitió los acontecimientos « en directo » y los « majors » de la TV norteamericana así como los medios de comunicación del mundo entero, debieron conectarse a la poderosa red de CNN.
Una visión unipolar de la información permitió entonces transmitir la consigna deseada por el Pentágono : el « mundo libre » se encontraba en guerra, en una cruzada contra el nuevo Satán, Saddam Hussein. Los disidentes, o aquellos que tímidamente avanzaban la idea de que las cosas eran en realidad un poco más complicadas, fueron acusados de colaboradores. Sin embargo, una vez que la guerra terminó ( ? ha terminado realmente ?), en una encuesta realizada por Alain Woodrow (19), se decía que el 84 % de los periodistas franceses estimaban haber sido manipulados.
Los que siempre habían ensalzado las virtudes de la libertad de la prensa y de la libre circulación de la información, se transformaron durante la guerra en celotes guardianes de una información única y uniforme. Hay que reconocer que en este campo, el de la manipulación de las conciencias, los norteamericanos, contando con la complacencia y el apoyo de los partidarios del pensamiento único, obtuvieron una victoria tan importante como aquella obtenida en el terreno militar.
Bush y el Pentágono lograron controlar la información y sólo dijeron a la opinión pública lo que querían que ésta supiera. Es verdad que una parte importante del público aceptó de buena gana esta inoculación selectiva de la información y pocos políticos e intelectuales resistieron a la manipulación.
Sin embargo, a pesar de este black out , en los propios EEUU, en Washington, tuvo
lugar el 26 de enero de 1991, la más grande manifestación pacifista del invierno. La
cadena CBS le consagró sólo 4 segundos.
Un representante de la Cámara presentó una acusación constitucional contra Bush,
pero ninguna cadena de TV quiso entrevistarlo. Jesse Jackson, el pastor negro, ex
candidato a la presidencia que visitó Iraq entrevistándose varias horas con Saddam
Hussein y Tarek Aziz, no fue solicitado por ninguna cadena de TV importante a su
regreso a EEUU.
La censura impuesta fue de tal magnitud, que varios medios de comunicación que no pertenecían al establishment presentaron querellas contra el gobierno norteamericano acusándolo de no respetar los derechos constitucionales de los ciudadanos. Pero la guerra terminó antes que las querellas fueran examinadas.
Y sólo fue el 18 de marzo -algunas semanas después del fin de la guerra- que los
lectores del New York Times se enteraron, gracias a una inserción pagada por
ciudadanos japoneses, que gran parte de la opinión pública nipona había estado contra la guerra.
Las grandes manifestaciones en España, donde la participación del gobierno socialista en la Cruzada contra Satán encontró una fuerte oposición, no interesaron a los medios de comunicación difusores del pensamiento único, sólo les interesaban los ardientes cruzados.
Los miles de musulmanes que desfilaban -en muchos países desafiando la represión
de sus propios gobiernos, como en Egipto y Marruecos- tampoco retuvieron la atención de la prensa « libre ». Y de todas maneras, las masas humanas que protestaban por las calles de Jordania eran palestinos, es decir, una especie de subhombres poco digna de interés.
Algunos periódicos en EEUU trataron a pesar de todo, de romper el cerco asfixiante del discurso único impuesto por el Pentágono. Crítico, el New Yorker habló de EEUU como de una « nación que sufría un acceso prolongado de ‘escotomía’, de una reducción del campo visual » (20). Lo que no impidió por supuesto a George Bush afirmar pocas semanas después, que durante la guerra « la prensa había guardado los oídos y los ojos abiertos ».
Esta gigantesca manipulación de la opinión pública durante el conflicto del Golfo pudo alcanzar su objetivo, esto es, legitimar la guerra, haciéndola aparecer a los ojos de gran parte de la opinión pública como una guerra no solamente necesaria, sino que además, justa.
Desde el comienzo de la guerra del Golfo, Bush, líder de la coalición del « mundo
libre », jefe de orquesta del pensamiento único, no cesó de propugnar el
establecimiento de un « nuevo orden mundial » que el derrumbe de la URSS y los
países del Este desde entonces permitían. Pero en realidad fue la hegemonía de EEUU la que se instauró, como lo demuestra la actual agresión en curso contra Yugoslavia.

El Tratado de Maastricht
Durante la década de los años 90, las naciones europeas se pronunciaron por primera vez mediante el sufragio universal directo, en favor o en contra de la construcción de la Unión Europea. Desde 1951, cuando fue creada la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero), los teóricos de una Europa unida, habían presentado la institución que creaban, como un conjunto de medidas de carácter técnico tendientes a asegurar la rebaja de sus respectivos aranceles en el marco de un mercado común, escamoteando el objetivo político de arribar con los años, a la creación de una Europa federal, presente detrás de la fraseología tecnocrática.
El 20 de septiembre de 1992 los franceses debían decidir con un «oui» o con un no, la aprobación o rechazo del Tratado de Maastricht. Presentado como la panacea para solucionar todos los males, el tratado debía ser ratificado en Francia por referéndum organizado para esa ocasión. La campaña de prensa desencadenada por los furiosos partidarios de la ratificación del tratado, permitió observar algunas derivas que ya se habían detectado durante de la guerra del Golfo.
Un diluvio de anuncios publicitarios fue lanzado en radios, TV y prensa escrita por parte del gran sacerdote y publicista de Mitterrand, Jacques Séguéla. A esta campaña adhirieron políticos de derecha, algunos supuestamente de izquierda, intelectuales reclutados para la ocasión y por cierto, los consentidores representantes de la « prensa de mercado ». Estos tres grupos como hemos dicho, constituyen lo esencial del dispositivo difusor-propagandista del discurso dominante.
Ciertas ideas-fuerzas fueron establecidas por los encargados de la comunicación, y la prensa difundió majaderamente la idea que : 1°, Maastricht significaba más empleos, prosperidad y una mejor protección social ; 2°, Maastricht implicaba la paz ( !SIC !) ; 3°, Maastricht, significaba más democracia .
Los argumentos pro-Maastricht fueron desarrollados en los raros debates organizados, por « especialistas prestigiosos », representantes de una supuesta elite de la razón y de la inteligencia, que estaban construyendo una nueva Europa. En el campo contrario se situaba el bajo pueblo, que como se sabe, habla sólo con sentimientos y sobre la base de emociones. A pesar de todo, de la gigantesca y millonaria campaña propagandística llevada a cabo por socialistas, liberales, demo-cristianos, derechistas, socialdemócratas, etc, más de la mitad de los electores, de acuerdo a los resultados del referéndum, votaron contra la ratificación. Fue un referéndum donde rápidamente, los apologistas del pensamiento único -gozando de un verdadero don de ubicuidad comunicacional- trataron de presentar una confrontación de ideas como un enfrentamiento entre la inteligencia y la irracionalidad.
A esto se agregaba una serie de dicotomías sabiamente expuestas por los partidarios de Maastricht. Votar afirmativamente, significaba estar por la apertura, contra el repliegue en sí mismo ; votar sí, era votar por el futuro, dejando atrás el pasado ; votar sí era votar por el orden y la razón de la civilización, contra las veleidades de la horda.
Maastricht debía garantizar la baja de la tasa de interés, acelerar al crecimiento,
terminar con la burocracia, hacer disminuir la cesantía y poner fin a la guerra en
Yugoslavia (escribo estas líneas, hoy, 29 de marzo, cinco días después del inicio de los bombardeos de la OTAN en Yugoslavia), todo ello en el marco de la transparencia y respeto de las reglas de la UE (como se sabe, la Comisión Europea tuvo que renunciar en febrero pasado, acusada de corrupción y nepotismo).
Jean Pierre Chévenement (21) señala con justa razón, que la construcción europea ha sido hecha en las sombras, por la vía de los hechos consumados. 35 años después del tratado de Roma (1954), por primera vez tenía lugar -con ocasión del referéndum- un debate público acerca de un asunto importante y que comprometía la vida de las futuras generaciones.
Ahora bien, desde el inicio de la campaña, los partidarios de Maastricht contaron con el 90 % de los parlamentarios -socialistas y partidos de la derecha tradicional, salvo
algunas raras excepciones- una amplia mayoría de industriales, financistas y
banqueros, además evidentemente, con la crema de los intelectuales «de espíritu
abierto », a todos los cuales se agregó con un entusiasmo desbordante, la mayoría
aplastante de los medios de comunicación.
El dispositivo difusor del pensamiento único se puso entonces en campaña, afirmando que el Sí a Maastricht, implicaba la aceptación del principio de « una economía abierta donde la competencia es libre ».
La prensa francesa en su gran mayoría (TF1, France 2, FR3, RTL,RMC,Le Monde,
France Soir, Le Figaro, Le Nouvel Observateur, Libération, L’Express, Le point, etc,.)
apoyó el discurso de los iluminados tecnócratas en nombre del bien común europeo.
La campaña del terror contra los partidarios del « no » a Maastricht, adquirió entonces
un cariz de Apocalipsis : « El triunfo del no en el referéndum sería para Francia y
Europa, la mayor catástrofe ocurrida desde el desastre engendrado por la llegada de
Hitler al poder », escribía con todo desparpajo el director de Le Monde. El ex primer
ministro de Mitterrand, Michel Rocard afirmaba sin pestañear : « Si el proceso de
construcción europea se detiene, si la ratificación fracasa, la explosión en vuelo de la
nave Europa tendrá consecuencias incalculables, tal vez terribles ».
Los socialista y los políticos de derecha hicieron juntos campaña por el « sí » : Elisabeth
Guigou (PS, actual ministro de justicia de Jospin) con el ex presidente Giscard
d’Estaing. El ministro de economía socialista Pierre Beregovoy con Francis Leotard,
(derechista, atlantista, ministro de defensa). Los partidarios del « Sí » se apoderaron de las cámaras y micrófonos monopolizando la palabra. Los epítetos proferidos contra sus adversarios dejan traslucir el dudoso espíritu de clarificación que animaba a los europeístas, quienes, temiendo un aumento irresistible de los partidarios del « No », no trepidaron en calificarlos de « europeicidas », « hocicones », « banda de demoledores » y « sepultureros de la esperanza ».
A los debates fueron invitados con mucho más regularidad los partidarios del « Sí ». Un debate en la radio France Inter, opuso a Brice Lalande, ecologista, partidario del «Sí », a Antoine Waechter, ecologista y también partidario...del « Sí »...En la radio Europa 1, la confrontación democrática de ideas se redujo durante toda la campaña a los comentarios de los periodistas Serge July y Alain Duhamel, los dos...fervientes
partidarios de Maastricht.
Pero el colmo fue cuando el presidente François Mitterrand se « confrontó » durante
tres horas con tres periodistas...partidarios del « Sí », en el marco del más puro espíritu democrático.
La propaganda fue tan descarada por parte de los difusores del pensamiento único,
quienes contaron con el apoyo mayoritario e irrestricto del establishment, que hasta el Consejo Superior del Audiovisual (instancia que normalmente debe reglamentar y
supervisar la publicidad y las intervenciones políticas en la radio y la TV) debió
constatar que los partidarios del « SI » habían dispuesto de 46 % más de tiempo que
los partidarios del « NO » en la cadena TF1 (privatizada) ; de 53 % más en France 2
(estatal) y ...de ! 191 % por sobre sus adversarios en la cadena France 3 ! (estatal).
Durante la campaña, la propaganda de los partidarios de Maastricht quiso hacer creer a la opinión pública francesa que los dirigentes de los grandes países industrializados temían una victoria del « Sí . Los publicistas querían imponer la idea que una Europa unida le causaba miedo, particularmente en EEUU y Japón.
Ahora bien, no sólo una gran mayoría de japoneses parecían preferir el « Sí », sino que también en EEUU el New York Times y Clinton, manifestaron su beneplácito por la ratificación del tratado. Lo que no fue óbice para que sin temor al ridículo el semanario Le Nouvel Observateur, titulara en primera página : « Estados Unidos y Japón : ? Por qué Maastricht les da miedo ? ».
Por su parte el ministro de economía de Mitterrand, Pierre Beregovoy creyó de buen
tono afirmar que si el « NO » ganaba « Francia ya no podría resistir al presidente
Bush.. ». En realidad George Bush era partidario del tratado de Maastricht...
A pesar de los gigantescos medios empleados y frente a la sorpresa provocada por el « No » mayoritario expresado en las urnas por los daneses -que podía presagiar
también en Francia una victoria similar-, los más virulentos europeístas perdieron la
compostura. Michel Rocard, ex primer ministro socialista afirmó descaradamente :
« Lo que no estaba previsto es que los pueblos pudieran rehusar aquello que le proponen sus gobiernos » ( ! SIC !). Y el intrépido Bernard Kouchner -ministro de salud del actual gobierno de Jospin-, quien desde que se trata de atravesar el Rubicón del ridículo no se hace de rogar, quiso convencer al electorado galo profetizando que : « Con Maastricht, reiremos mucho más » .
Fue en medio de ese delirio, que el mundano nuevo filósofo/periodista/comentarista/director de cine/europeísta/sionista, Bernard Henry
Levy, predijo que la victoria del « NO », significaría un « aliento al nacionalismo » y que nuevas guerras estallarían inevitablemente en los Balcanes.
Las palmas de la estupidez las obtuvo sin lugar a dudas, el europeísta ecologista (ex
miterrandista, ex filosocialista, ex ecologista « apolítico », ex candidato presidencial,
actual partidario de Chirac) Brice Lalonde, quien en un rapto de entusiasmo lírico fue
hasta a elogiar las supuestas virtudes literarias del tratado : « El Tratado de Maastricht es un hermoso texto. Es un tratado bueno y bello...El preámbulo es magnífico. Además es muy simple y muy claro, muy claro...Se parece a un programa juvenil ! Es demente ! ».
Siete años después de este edificante debate democrático, se puede constatar que la llamada « Europa social » no es más que un deseo piadoso, que el mercado único
europeo se ha disuelto en el mercado mundial y Chirac reintegrando a Francia en la
OTAN, ha puesto a Francia -aparte de la hegemonía económica y monetaria
norteamericana ya existente- bajo la tutela de EEUU.
La agresión desencadenada contra Yugoslavia bajo la batuta estadounidense, el control indiscutible que éstos ejercen sobre la OTAN y los gobiernos europeos, la « sumisión voluntaria » de los países europeos ante el amo del mundo, parecieran dar razón a los « retrógrados », a los vilipendiados « sepultureros de Francia y de la esperanza », quienes se opusieron con ocasión del referéndum de Maastricht, al mundialismo invasor.

La agresión contra Yugoslavia.
La agresión contra Yugoslavia es un nuevo ejemplo de la utilización en los conflictos
bélicos del arma de la información, la « persuasión de masa », arma empleada además de la abundante panoplia de sofisticados armamentos tradicionales.
La información es considerada , utilizada y tratada también como un arma destinada a la propaganda, a la manipulación de la opinión pública y de las conciencias, a la
desinformación del adversario, a la guerra psicológica e intoxicación.
La agresión de la OTAN fue precedida por una virulenta campaña de prensa en las
capitales europeas y en EEUU. Se trataba de persuadir a la opinión pública -en realidad la única opinión « que cuenta », es decir la población de EEUU y Europa- que Slobodan Milosevic era el nuevo Hitler de este fin de siglo y la RFY, un peligro prácticamente comparable a la Alemania de fines de los años treinta.
Era necesario crear las condiciones para que la guerra fuera apoyada por la opinión
pública de esos países, escondiendo el hecho de que en realidad, la guerra
desencadenada contra este pequeño país de 10 millones de habitantes, violaba la Carta de las Naciones Unidas -haciendo a un lado al Secretario General de ésta y al Consejo de Seguridad- y pisoteando asimismo sus estatutos y aquellos de la organización atlántica.(22).
El dispositivo propagandístico controlado directamente por la OTAN desde Bruselas,
había presentado a Yugoslavia mucho antes del desencadenamiento de los
bombardeos, como un paria de la « comunidad internacional »(23). El pretexto
esgrimido para atacar a Yugoslavia, fue oficialmente que Belgrado se había negado a firmar los acuerdos presentados por la OTAN en Rambouillet. La propaganda occidental dijo entonces que la terquedad de los serbios y de su presidente, había impedido un acuerdo que contaba con el aval de la « comunidad internacional ».
Yugoslavia, sometida a la presión de EEUU y de la OTAN, había aceptado firmar la
parte política de este documento, comprometiéndose así a reinstaurar una autonomía substancial en Kosovo, admitiendo un sistema de verificación internacional en su territorio. Pero la guerra contra los serbios ya había sido decidida por los dirigentes norteamericanos.
Había entonces que convencer a la opinión pública de los países que participarían en la agresión, que se trataba de una « causa sagrada ». Para ello se echó mano a la propaganda de guerra, puesto que los occidentales no estaban preparados para
afrontar un conflicto en territorio europeo, contra europeos. De allí la duda que se
propagó al comienzo en diferentes capitales del Viejo continente de acuerdo a las
primeras encuestas de opinión. Parte de la población, así como algunos dirigentes
políticos, intelectuales y uno que otro periodista, se interrogaban acerca de lo bien
fundado de los bombardeos.
El vocabulario empleado reflejaba esta hesitación : ? cómo calificar a Milosevic y lo que sus tropas estaban realizando en Kosovo ? Algunos hablaron de genocidio, otros, más ponderados, de crímenes contra la humanidad. Por su parte, durante los primeros días del bombardeo, el portavoz de la OTAN Jamie Shea, se esforzó en diabolizar a Milosevic, algunos años antes, interlocutor aceptable para los occidentales.
La línea seguida al respecto por la OTAN y los EEUU fue la misma que aquella utilizada durante la Guerra del Golfo. Se impuso el control absoluto sobre la información y nada esencial fue transmitido a la prensa, antes de pasar por un estricto filtro militar. Aquellos que emitían tímidas dudas acerca de la validez de la estrategia llevada a cabo, fueron sistemáticamente acusados de servir los intereses de los serbios. En Gran Bretaña, un periodista de la BBC, John Simpson, fue violentamente atacado y denostado por el propio ministro de defensa británico.
En Francia, se procedió al « linchamiento » de Régis Debray, quien simplemente había planteado sus inquietudes ante una información percibida como parcial y unilateral. Los gobiernos y los intelectuales orgánicos del sistema, es decir, los difusores del pensamiento único, estimaron que el artículo de Debray abría una brecha en una especie de consenso frágil y difícilmente logrado. Debray en realidad no probaba nada, simplemente interpelaba la buena conciencia de los occidentales, introduciendo una cuña en sus supuestas e irrefutables certezas.
Pero el pensamiento único no puede admitir una opinión divergente. Interrogarse,
cuestionarse, plantear públicamente sus dudas ante algo que el consenso mayoritario ha impuesto y cuya transgresión aparece como un tabú, es herético. Haber dicho que Milosevic no era un dictador sanguinario, sino más bien un populista post comunista, producto de una evolución histórica cuyo reverso lo constituiría Yeltsin, fue percibido por la Inquisición moderna como algo abominable y sulfuroso.
Cosa rara, la guerra en Chechenia llevada a cabo por Yeltsin entre 1994 y 1996, no
conmovió en demasía a la prensa, a los intelectuales y a los gobiernos europeos, en
cambio Yugoslavia, más cercana, más pobre y más vulnerable, fue castigada y su
soberanía nacional pisoteada, porque este principio -el respeto de la soberanía de los estados- ha caído en desuso.
El pensamiento dominante no podía aceptar además que se cuestionara la versión
oficial « otanizada » que se dio como causa de la catástrofe humanitaria
desencadenada desde los primeros bombardeos. Había que insistir en que el éxodo,
expulsión o deportación de centenares de miles de albaneses de Kosovo, había sido
fríamente planificada por el mefistofélico Milosevic. Pero hasta prueba de lo contrario, fueron los bombardeos intensivos y « quirúrgicos » realizados por la OTAN, los que provocaron tal catástrofe.
El « efecto de masa » de esta verdadera guerra de la información tuvo entonces el
objetivo de influenciar a la opinión pública o a sectores de ésta, considerados como un « blanco » predilecto. Para ello se exacerbaron su emotividad y sus instintos más
elementales. Utilizando el poder fascinante de la imagen, la OTAN apostó a sabiendas por la emoción en detrimento de un análisis racional, que inevitablemente necesita un cierto desarrollo y reflexión, una sedimentación y una concatenación de hechos históricos interpretables y explicables, procedimiento analítico « poco comunicacional », que no permite la sintética información televisual.
En ese sentido, la ausencia en la mayoría de los medias occidentales de informaciones equilibradas sobre lo que había ocurrido en Kosovo desde hacía diez años, esto es, el análisis ponderado de una realidad compleja, de una guerra civil que oponía al gobierno central de Belgrado a una guerrilla -el UCK-, condujo a vastos sectores de la opinión pública europea y estadounidense (en realidad la única opinión pública que interesa a los dirigentes de los países más poderosos) a « descubrir » que un pequeño pueblo - compuesto únicamente por mujeres, niños y ancianos según las imágenes que se difundían- era víctima de un intento de genocidio o exterminación.
La TV había ya hecho irrupción en la intimidad de millones de hogares, mostrando
imágenes atroces : miles de albaneses de Kosovo, mujeres, niños y ancianos
atiborrados en trenes y buses camino al destierro. La opinión pública se sintió
conmovida por estas imágenes, que además, desprovistas de un comentario imparcial, se inscribían objetivamente -incluso fuera de la voluntad de algunos pocos periodistas que bregaban por introducir un poco de racionalidad en el discurso belicista mayoritarioen la línea comunicacional previamente decidida por el mando militar de la organización atlántica.
Los « bombardeos » (la jerga de la OTAN trató de imponer esta expresión en lugar de hablar derechamente de guerra) comenzaron entonces a gozar de cierta anuencia entre la población de los países occidentales. Y ello, en virtud de un argumento fundador y traumatizante : la comparación con la Segunda Guerra Mundial y el síndrome de München, la colaboración con los nazis y la complicidad activa de muchos europeos con el proceso de deportación y exterminación de los judíos en esa época.
El pensamiento único y dominante, estableció así una analogía y silogismo
aparentemente evidente : los serbios aplican a los kosovares, lo que los alemanes
hicieron a los judíos, por lo tanto, hay que combatir a los serbios como los aliados
combatieron a los alemanes.
El problema es que este esquema no puede funcionar si se lo somete a un análisis
racional, histórico, es decir, no televisual. Y esa no era por cierto, la intención primera del alto mando norteamericano que, integrando la información como un arma más en la impresionante panoplia de armamentos con la que ya disponía, no tenía ningún interés en clarificar que en los años cuarenta, Alemania era un estado económica, política y militarmente poderoso, en circunstancias que hoy Yugoslavia es un pequeño y pobre país aislado, que se enfrentó a una coalición compuesta por los países más poderosos del planeta, estando absolutamente seguros éstos últimos de vencer en el campo militar, resarciéndose por otra parte de los gastos que las destrucciones provocados por los bombardeos causarían.
Desde el 24 de marzo, durante las primeras semanas del conflicto, en los reportajes
relativos a la guerra se podía detectar una jerarquía preestablecida : la llegada por miles de los refugiados ; los bombardeos de la OTAN ; las reacciones de la opinión pública que interesaba, es decir los dirigentes políticos de algunos países involucrados en la guerra ; y los comentarios de los intelectuales de esos mismos países que la apoyaban.
Todo ello difundido por el aparato propagandístico de la OTAN, que retransmitían los
órganos de prensa del « mundo libre », mayoritariamente favorables a la expedición
punitiva contra Yugoslavia, quienes manifestaban a su vez una evidente compasión por el martirio de los kosovares, que muchos de ellos acababan de descubrir. Son estas últimas imágenes, aquellas de los miles de refugiados, las que obtuvieron el más alto índice en el rating.
La guerra, que había sido presentada casi como un desfile militar de corta duración se alargaba, mientras que los bombardeos « quirúrgicos » y los « errores » de la OTAN hacían estragos en la población civil yugoslava y kosovar. Alrededor de la primera semana de mayo, luego de un mes y medio de guerra, el tratamiento de la información tendió a agotarse, el bombardeo de la TV serbia y sobre todo, aquel de la embajada de China, modificó el tono de la información. La estrategia de la OTAN comenzó a ser cuestionada (desde el primer « error », el 14 de abril) y de más en más criticada. (24)
Las noticias relativas a la guerras se iniciaban con la letanía acostumbrada :
« trigésimo octavo día de guerra, nuevo error de la OTAN... ». Al mismo tiempo las divergencias entre los aliados tendían a aparecer públicamente. Pero pronto, desde la primera semana de junio, cuando de improviso se anunció la aprobación por parte de Milosevic y del Parlamento serbio del plan del G 8, las capitales europeas pudieron dar un gran suspiro de alivio, puesto que las escasas encuestas de opinión existentes -pródigas sin embargo durante las primeras semanas de bombardeos- revelaban que el espíritu guerrero de la población de los países coaligados se estaba derrumbando y la cobertura « mediática » sobre Kosovo, experimentaba un « bajón » sin precedentes.
La guerra efectuada a nivel de la información utilizó entonces un sinnúmero de
novedosas e ingeniosas técnicas. La primera de ellas fue tratar de responder a lo que el público o la opinión pública esperaba.
En EEUU, cuando los especialistas publicitarios quieren vender un producto bien
definido, por ejemplo un automóvil , la elección del presidente, operan de la misma
manera. El lenguaje empleado es simple, se utiliza un vocabulario limitado, una especie de lengua de « base », haciendo acopio de lugares comunes a la moda, echando mano a las prohibiciones y tabúes del momento, repitiendo machaconamente sin tratar de demostrar nada, como si la repetición constituyese prueba de veracidad.
El lenguaje visual utilizado por la OTAN -inseparable de los efectos sonorospresentaba imágenes destinadas a provocar emoción en el telespectador, pero no estaba concebido para incitar o inducir al análisis, a la reflexión, que necesitan una visión histórica, explicativa y distanciada.
El discurso de la OTAN, retomado por la casi totalidad de los medios de comunicación del planeta, tendió así a conmover, a traumatizar al telespectador para luego, mediante un juego de prestidigitación televisual, ceder el paso a la fantasía y a las imágenes de sueños destinadas a relajarlo, aliviar su conciencia (de allí la campaña de solidaridad con los refugiados kosovares, a la que se han plegado centenares de personas y firmas comerciales, ONG, etc, sabedoras de que se trata de una publicidad gratuita, ganadora y que además, goza de un amplio consenso), dándole la ilusión de haber participado en la toma de decisiones de una causa sagrada.
Estos grandes momentos de satisfacción de los occidentales por el «deber cumplido», estuvieron impregnados de emotividad y buenos sentimientos. Es lo que la OTAN difundió por vía de la TV, puesto que el soberano Bien de la TV es la emoción y no la reflexión.
En la cobertura de la guerra, la OTAN empleó una serie de procedimientos que no son nuevos y que han sido utilizados desde hace muchos años, desde que Sun Ze codificó en su « Arte de la guerra », hace más de 2 000 años la idea de que aparte de las operaciones militares propiamente tales, un buen estratega debía estar en condiciones de poder golpear al enemigo por vía de noticias o mensajes falsos. Más tarde, Napoleón diría con justa razón que cuatro gacetas hostiles causaban más daño que 100 000 soldados en campaña.
Las noticias e informaciones difundidas por la OTAN fueron consideradas como
pruebas irrefutables. Incluso cuando en una información se sugería algo sin
demostrarlo, se presentaba como prueba cuya confirmación tendría lugar a posteriori, por ejemplo, el éxodo o expulsión de los kosovares por parte de las autoridades yugoslavas. Silenciando el hecho evidente de que una gran parte de los kosovares, huían simplemente de los bombardeos de la OTAN y/o de los lugares de combate entre las tropas serbias y el UCK.
La repetición como hemos dicho, también fue utilizada. Por otra parte, el comentario
seleccionaba, ocultaba o mezclaba en un mismo plano, lo esencial con lo accesorio,
como una especie de espejo deformante, puesto que lo que se quería entregar no era una relación exacta e imparcial de los hechos, ni se trataba de ayudar a comprender, ni mucho menos a reflexionar, sino que respondía a imperativos de guerra previamente establecidos.
Como durante la guerra del Golfo, la OTAN logró su objetivo. Una buena parte de la
opinión pública occidental adhirió al discurso dominante, apoyando la guerra. La OTAN obtuvo -en algunos países- un efecto mayoritario : el telespectador tuvo la impresión de formar parte de esa vasta mayoría de cuerdos y honestos ciudadanos que defendían una « causa sagrada ».
La guerra contra Yugoslavia demostró por otro lado, que nunca ha sido más peligroso que hoy en día ser un país pequeño y débil. Los estados que ejercen una dominación sin contrapeso, tratarán a corto o mediano plazo de utilizar el manido y publicitado « derecho de injerencia », con el cual ocultan la verdadera finalidad de sus intenciones.
Desde luego que resulta imperioso declarar que no es posible aceptar que un estado
moderno pueda fundarse sobre la base de criterios étnico-religiosos. Pero en la
realidad, las potencias mundiales aplican un doble rasero al respecto. El delito que se castigó en Yugoslavia, es permitido en Israel, en Turquía o en Croacia. Para tener cierta credibilidad en esta materia habría que aplicar esta regla uniformemente.
Hay que constatar que una de las pocas construcciones racionales en la región, fue la Yugoslavia de Tito, construida sobre la base del espíritu de resistencia antinazi y la disciplina comunista. Los que iniciaron su descuartizamiento en 1990, también dieron el vamos en realidad a la « depuración étnica ». Los que cubrieron ese crimen son los obsecuentes servidores del pensamiento único, es decir, los « intelectuales, políticos y periodistas de mercado ». Son ellos quienes ayudaron desde el inicio del conflicto - sirviendo cotidianamente una ración televisual de desgracia kosovar- a mantener la cohesión de los civiles detrás de las tropas. Intelectuales, políticos y periodistas trastocaron durante esta guerra las palabras y los vocablos, tratando de construir con la omnipresencia de las imágenes una situación inexacta y voluntariamente deformadora de la realidad.
¿Quién puede creer aún a estas alturas que el objetivo de la guerra haya sido el respeto de la justicia y la salvaguardia de los derechos humanos ? ? Respeto garantizado por el ejército norteamericano, pilar irreemplazable de los derechos de los pueblos ?
Tratar de hacer creer al mundo entero que el bombardeo de las ciudades, puentes,
carreteras, fábricas y escuelas de un país es una operación « moral », indica lo que
quiere decir para los difusores del pensamiento único la « moralidad » : un gran
embuste imperial dirigido a conciencias domesticadas y serviles.
La invención verbal que constituye el « derecho de injerencia », quiere decir en los
hechos que desde ahora se ha legitimado el supuesto derecho que tendrían los países poderosos para castigar a los recalcitrantes.
Es por eso que ninguna lógica « victimaria » nos hará consentir ni aceptar una nueva
Santa Alianza contra el dictador de turno diabolizado. Lo sabemos, la época en que
vivimos es eminentemente contrarrevolucionaria. Ello no es una razón suficiente para venderle nuestra pluma y nuestro pensamiento.

Javier Peña Torres.

Notas.
1. « Médiamensonges », bajo la dirección de Gerard de Selys, EDO Dossier,
Bruselas, 1990, página 19.
2. « L’Etat des Médias », bajo la dirección de Jean Michel Charon, Elio Comarin, La
Découverte, Médiapouvoirs, CFPJ, París, 1991, página 269.
3. « L’Etat des Médias », op. cit., página 285.
4. Martin A. Lee, Le monde Diplomatique, mayo de 1991.
5. Ignacio Ramonet, « L’ére du soupçon », Le Monde Diplomatique, mayo 1991.
6. Ignacio Ramonet, « La pensée unique », Le Monde Diplomatique, enero de 1995.
7. Ignacio Ramonet, op. cit.
8. Ignacio Ramonet, ídem.
8a. Serge Halimi, « Les nouveaux chiens de garde ».
9. « Mediamensonges », op. cit., página 58.
10. Le Monde du 14 de febrero de 1990. Seis meses después, el 11 de junio de 1990, Libération entregaba las cifras oficiales : 1033 muertos.
11. « Mediamensonges », Michel Mommerency, página 83.
12. « Mediamensonges », Gerard de Selys (página 62), indica la cifra de 4 000
según el gobierno panameño instalado por EEUU.
13. Eduardo Galeano, « El niño perdido en la intemperie ».
14. Noam Chomsky, « Les dessous de la politique de l’Oncle Sam »,
ecosocieté/EPO/Le temps des Cerises, Quebec, 1996, página 58.
15. Eduardo Galeano, « Notas para un cuadro de la estructura de la impotencia ».
16. Thomas Custen, en « Mediamensonges », op. cit., página 43. Idem, página 46.
18. Serge Halimi, « Les nouveaux chiens de garde », página 24.
19. Alain Woodrow, Information et Manipulation, editorial Du Félin, París, 1991,
página 13.
20. Herbert Sciller, « Manipuler et controler », Le Monde Diplomatique, mayo de
1991.
21. Las citas de este capítulo han sido tomadas de « Le Bêtissier de Maastricht »,
editorial Arlea, París, 1997, presentado por J.P. Chevenement.
22. « Los objetivos de las Naciones Unidas son los siguientes : 1. Mantener la paz y
la seguridad internacional...llevar a cabo por medios pacíficos, conformes a los
principios de justicia y del derecho internacional, la solución de diferendos o de
situaciones de carácter internacional, susceptibles de constituir una amenaza para
la paz...(Art. 1,1) ; « La ONU y sus Miembros deben actuar para cumplir los
objetivos enunciados en el Artículo 1, de conformidad con los principios
siguientes : ...Los Miembros de la Organización solucionan sus diferendos
internacionales por medios pacíficos, de manera tal que la paz y la seguridad
internacional, así como la justicia, no sean amenazadas... (Art. 2.3.) ; « Los
Miembros de la Organización, se abstendrán en sus relaciones internacionales, de
recourrir a la amenaza o al empleo de la fuerza, sea contra la integridad territorial
o la independencia política de todo Estado, sea de cualquier otra manera
incompatible con los objetivos de las Naciones Unidas. (Art. 2.4). « Ninguna
disposición de la presente Carta autoriza a las Naciones Unidas a intervenir en los
asuntos que son de la competencia nacional de un Estado.. » (Art2.7). Charte des
Nations Unies (versión francesa, Imprenta Bosc frères, Lyon, 1982).
En el tratado constitutivo de la OTAN sus tres primeros capítulos -de los 14 con
que consta- fijan los objetivos y los principios que guían las relaciones entre las
partes. El artículo 3, llama la atención de los países signatarios acerca de la
necesidad de mantener su capacidad de resistencia contra una agresión armada.
Pero el artículo 5, constituye el núcleo duro : « Un ataque armado contra uno o
varios de los Estados firmantes, ocurrido en Europa o en América del Norte, será
considerado como un ataque contra todas las Partes signatarias...y en
consecuencia, cada una de ellas...prestará asistencia a la Parte o a las Partes así
atacadas, tomando inmediatamente, individualmente y en acuerdo con los otros
países medidas, incluyendo el empleo de la fuerza armada... ». (Rémi Hyppia,
L’OTAN, l’Harmattan, Paris, 1997.)
Vemos que la propia carta de la OTAN delimitaba la zona geográfica cubierta por
el Tratado (art. 6), estipulando que sólo en caso de « un ataque armado » contra
uno de los países miembros, el dispositivo militar podía ponerse en marcha.
23. La noción tan manida de comunidad internacional, machacada majaderamente en el discurso propagandístico de la OTAN, pretende escamotear el hecho
indiscutible de que la agresión contra Yugoslavia, se llevaba a cabo violando las
normas que esa misma comunidad internacional que se decía representar había
fijado y aceptado. Atribuyéndose la representación de la humanidad, la OTAN
dejaba afuera nada menos que a países como Rusia, China, India, quienes juntos,
sobrepasan los dos mil millones de seres humanos.
24. Robert Fisk, periodista inglés escribió bajo el título de « La discutible labor de los
periodistas en Kosovo », lo que pareciera ser una celada montada entre la OTAN
y los máximos ejecutivos de la CNN, el día del bombardeo de la TV serbia.
Transcribo textual : « Dos días antes de que la OTAN bombardease la sede de la
televisión serbia en Belgrado, la CNN recibió el soplo, desde su cuartel general en
Atlanta, de que iban a destruir el edificio. Les dijeron que sacaran sus equipos y
así lo hicieron. Al día siguiente, el ministro serbio de la Información, Alexander
Vucic, recibió por fax una invitación desde EEUU para aparecer en el programa de
Larry King (CNN). Querían que estuviese en directo a las 2.30 a.m. del 23 de abril
y le pidieron que llegara a la televisión serbia media hora antes con el fin de
maquillarse. Vucic se retrasó, por suerte para él, ya que los mísiles de la Alianza
cayeron sobre el edificio a las 2.06 a.m. El primero estalló en la sala de maquillaje,
donde un joven ayudante serbio murió abrasado. CNN asegura que fue
coincidencia y afirma Larry King, que pertenece a la división de programas, no
conocía las instrucciones que los responsables de los informativos habían dado a
sus hombres de abandonar el edificio de Belgrado ». (El País, 30 de junio de
1999)