17 mai 2015

El integrismo cientificista y retrógrado es también uno de los indicios y uno de los agentes de la desintegración de la cultura occidental

El integrismo cientificista: visto por Roger Garaudy

Esta concepción de la laicidad, contaminada por el positivismo, y de la modernidad confundida con la negación de la trascendencia y la comunidad, ha provocado un fracaso moral de Occidente.
Como todos los integrismos, los dogmas de este cientificismo totalitario son arcaicos. El positivismo científico se basa en una concepción de la ciencia que ha perimido hace más de un siglo: la concepción mecanicista de Auguste Comte, según la cual el mundo está constituido por conjuntos terminados que actúan entre sí según fuerzas rigurosamente mensurables, en un espacio inmutable y en un tiempo lineal, todo lo cual existe al margen del hombre y sus interrogantes. Este mundo, sin el hombre es hoy tan arcaico como el atomismo de Epicuro, que tiene dos mil años.
En la primera mitad de este siglo, el desarrollo de las ciencias nos ha hecho comprender, mediante el descubrimiento de la teoría de la relatividad y de la física cuántica, que no estamos ante el mundo como ante algo dado sino como ante una obra a crear, que nace constantemente. Estas dos teorías, base de toda física moderna, han cambiado radicalmente nuestra visión.
En la perspectiva de la física cuántica, la noción de “objeto” idéntico a sí mismo, separado de los demás objetos y del hombre, ha desaparecido: el observador es un participante, el universo es una urdimbre de interrelaciones donde cada subconjunto sólo se define por sus lazos con el conjunto. La relatividad, donde la masa ya no es una manifestación de la energía, nos presenta el cosmos como un océano donde la inaprensible”materia” sólo se revela mediante su actividad.
Einstein, quien tuvo la experiencia trágica de este sismo de la razón al destruir todos los conceptos de la física clásica, escribió en Mi visión del mundo:”Era como si el suelo se derrumbara bajo nuestros pasos, sin que quedase nada concreto, ninguna parte sobre la cual apoyarse, sobre la cual construir. Identidad, objeto, causalidad, espacio, tiempo: toda esta estructura tranquilizadora de lo racional se desplomaba”.
Basado en una concepción retrógrada y obsoleta de la ciencia, el cientificismo se ha transformado en una especie de superstición o, mejor dicho, de integrismo totalitario, fundado sobre el postulado de que la “ciencia” puede resolver todos los problemas. Lo que ella no puede mensurar, verificar ni predecir no existe. Este positivismo reduccionista excluye las dimensiones más elevadas de la vida: el amor, la creación artística, la fe.
Este integrismo cientificista y retrógrado es también uno de los indicios y uno de los agentes de la desintegración de la cultura occidental, pues alimenta una mentalidad tecnocrática. El despliegue de nuestro poder técnico, sin reflexionar sobre los objetivos humanos, conduce a la destrucción del hombre y su planeta y no a su desarrollo viviente.
Lo que hoy se ha convenido en llamar “marxismo”- y que es sólo la perversión del marxismo- lleva los estigmas de este cientificismo positivista de Occidente. (Garaudy, 1990/195: 26).


Garaudy, R. (1995). Los Integrismos de Roger Garaudy Ensayo sobre los fundamentalismos en el mundo. (Gardiani, C. Traducción). Barcelona: Gedisa Editorial (Trabajo original publicado 1990).